Estudio introductorio

- La lucha hispano-francesa en el contexto de la Guerra de los Treinta Años.

El estallido de la guerra entre España y Francia (1635) fue, en realidad, el inicio de una lucha por la supremacía en Europa. Las hostilidades terminaron por repercutir negativamente en el conjunto de territorios que componían la Monarquía Hispánica tanto dentro de los reinos peninsulares como fuera. El plan de defensa español contra Francia conformaba un amplio arco que se extendía desde el Cantábrico hasta el Mediterráneo, sin olvidar las Baleares. Por su localización, las ciudades de San Sebastián y de Fuenterrabía adquirieron la consideración de plazas fuertes para la defensa de las costas cantábricas. Los planos que se conservan en Estocolmo demuestran el interés que para Francia tenía conocer las fortificaciones de ambos enclaves y la preocupación de España a la hora de mejorar sus defensas. Sobre San Sebastián existe un plano manuscrito de autoría francesa (225), mientras que Fuenterrabía aparece mejor representada, con varios ejemplos tanto españoles como extranjeros (63, 64 ó 226). Un grabado alemán recrea también el asedio francés a Fuenterrabía en julio de 1638, rememorando una de las grandes victorias de la Monarquía Hispánica frente a la Francia del cardenal Richelieu. Además de las plazas cántabras, otros enclaves españoles desempeñaron un papel primordial en la defensa de la frontera norte. Tal fue el caso de Pamplona (65) y los lugares pirenaicos de Jaca (66), Espelunca (67), Hecho (69), Ansó (70), Berdún (71), Ainsa (72), Santa Elena (73) y Benasque (74). En realidad, la planificación general para defender los pasos del Pirineo aragonés había surgido a finales del siglo XVI ante el temor de que Francia los utilizase como vías de acceso.

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