Estudio introductorio

Las alegrías de los aliados y de su candidato fueron efímeras porque en la primavera de 1707 se produjo un acontecimiento que cambiaría definitivamente el rumbo de la contienda: el duque de Berwick, al mando del ejército franco-español, derrotó en Almansa a los aliados anglo-holandeses, cuya retirada favoreció el avance del ejército borbónico sobre Valencia, Alcoy, Zaragoza, Játiva y, más tarde, Lérida, que fue tomada por asalto el 14 de octubre de 1707 (271 y 272). El avance de las tropas borbónicas prosiguió con la ocupación de Tortosa y Denia y en abril de 1708 el castillo de Alicante (118 y 273).

Tras varios años de alternancia con victorias y derrotas por ambos bandos que presumían como definitivas, el curso de los acontecimientos inclinó finalmente la balanza a favor de Felipe V. La muerte inesperada del emperador José I de Austria elevó a Carlos al trono austriaco, provocando el cese del apoyo de los aliados a un candidato que, caso de ganar, favorecería la formación de un eje hispano-austriaco. El cansancio de los aliados facilitó la negociación de la paz, ratificada en la ciudad holandesa de Utrecht en 1713. En ella Felipe V renunciaba a la corona de Francia a cambio de conservar la de España, además perdía los dominios españoles en Italia y en los Países Bajos, que pasaban a manos de Austria y Saboya; por su parte, Inglaterra retenía Gibraltar y Menorca y obtenía diversos derechos en el comercio americano.

La firma del tratado de Utrecht no supuso la resolución de la guerra de Sucesión, aunque la redujo al interior peninsular, donde aún quedaban territorios obedientes a la causa austracista. El punto final a este largo conflicto se alcanzó tras la

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