Estudio introductorio

Aragón acercó peligrosamente el frente a Zaragoza (96, 75), ciudad que acogió en diversas ocasiones al monarca. Desde ese momento las plazas del flanco occidental serán el escenario de encarnizados combates para conseguir el control de un espacio de alto valor estratégico. A nivel militar, Lérida fue, sin lugar a dudas, la plaza fuerte más importante y la de mayor valor estratégico en la frontera occidental. Tomada por los independentistas en 1642, desempeñó un papel crucial como centro de operaciones del ejército franco-catalán para ocupar otras localidades cercanas. En agosto de 1644, tras meses de duro asedio, la ciudad fue recuperada de nuevo por el ejército de Felipe IV. Dentro del conjunto de las plazas catalanas, Lérida aparece como un bastión inexpugnable afín a la Monarquía Hispánica, erigiéndose en símbolo de su poder al rechazar las acometidas del enemigo, incluida la última y más crucial protagonizada por el francés duque de Enguien (82). La derrota de Lérida constituyó la última gran ofensiva francesa de consideración en territorio catalán y el inicio de un cambio en su estrategia militar pues a partir de entonces se centrará primordialmente en los territorios italianos de la Monarquía Hispánica.

La frontera norte del Principado de Cataluña está también presente en esta colección con los planos de Puigcerdá (233, 90, 91) y Bellver (171, 92), los dos núcleos más importantes de la Baja Cerdeña que la Monarquía española pudo retener bajo su soberanía a diferencia de lo acontecido con los condados de Rosellón, el Conflent , el Vallespir y la Alta Cerdaña, cedidos a Francia en 1659, tras la firma del Tratado de los Pirineos. Finalmente la frontera este del Principado está representada por los planos de Gerona (38, 234), Hostalrich (39) y por los enclaves marítimos de Rosas (235, 89), Palamós (236, 237), Barcelona y Tarragona,

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